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SEA HOSPITALARIO


SEA HOSPITALARIO

3 Juan 5-11  Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos,  los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje.  Porque ellos salieron por amor del nombre de El, sin aceptar nada de los gentiles.  Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad. Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo fuere, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia.  Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.

La tercera epístola de Juan está dirigida a Gayo, un anciano de una iglesia, un hombre conocido por apoyar a los misioneros con hospedaje, alimento, y dinero. Gayo no solo hacia esas cosas por sus mejores amigos, sino que extendía su generosidad incluso a extraños, mientras predicaban a Cristo a las almas perdidas. (v 5-7).

Al igual que Gayo, los cristianos de hoy tenemos una responsabilidad que cumplir en la labor de alcanzar a las almas perdidas. Pero necesitamos el apoyo mutuo. Cuando los creyentes nos unimos podemos realizar grandes cosas para el reino de Dios.

Sin embargo, Diótrefes (v 9,10) era el personaje antagónico. Problemático y centrado en sí mismo, ese hombre se oponía al Evangelio y propagaba malos rumores acerca de Juan y sus colaboradores. Incluso trataba de sacar de la iglesia a quienes apoyaban a los misioneros.

Pero Juan puso al descubierto la motivación de este malvado líder, quería ser el primero en todo. Diótrefes no estaba interesado en exaltar a Jesús.  Codiciaba para si mismo toda la honra y todo el poder.

Hoy también hay falsos cristianos en la Iglesia. Al igual que Diótrefes, pueden causar muchos problemas, muchas personas son heridas por cosas que se dicen o se hacen en la iglesia, y esas heridas no proceden solamente de los falsos creyentes. A veces los cristianos sinceros, cegados momentáneamente por el orgullo y el egoísmo, hacen cosas que hieren a los demás y no glorifican a Dios.

El reino de Dios sufre cuando su pueblo está dividido. Jesús quiere que ayudemos a los que sufren y disfrutemos de buenas relaciones entre nosotros. Cuando nos hieren, debemos resistir el impulso de abandonar la comunidad de creyentes. A pesar de las heridas, todavía habrá otros cristianos que estén dispuestos ayudarnos y restaurarnos.

Así también, si vemos a otras personas que se sienten heridas, debemos ministrarles amor y amistad. Al hacerlo, estableceremos relaciones firmes dentro de la iglesia y reflejemos el sincero compromiso que tenemos con Cristo en nuestro corazón.