La
perfección humana no es posible. Esta es una verdad tan manifiesta y socorrida
que tal parece es innecesario repetirla. La lograremos solo en aquel día cuando
nos encontremos en la presencia de Dios y no veamos ya “por espejo, oscuramente”,
como decía Pablo, “y entonces vendrá lo que es perfecto. Sin embargo, hay los que andan en busca del cristiano perfecto. El cristiano
impecable, inmaculado y sin tacha alguna. Flamante como esos muebles acabadito
de salir de un taller.
Un
hombre fue a comprar un par de zapatos donde un fabricante a quien se le reconocía
no solo por la belleza de su mano de obra sino por la calidad sin igual de su mercancía.
Quería unos zapatos que al mismo tiempo que fuesen bueno estuviesen hechos de
una piel poco conocida. El fabricante pensó que el zapato podría satisfacer su
gusto seria uno fabricado con la fiel de una culebra. Le trajo un par de éstos.
No se podía pedir más. El hombre los examinó y descubrió una pequeña sombra en
la puntera de unos de ellos. Esto basto para que lo rechazara. El fabricante le
busco otros. De nuevo volvió a examinarlos y esta vez encontró en un talón un
puntito blanco. Así continuo trayéndole zapatos y a cada uno de ellos le
encontraba una falta por lo cual lo rechazaba. El fabricante le dijo: – El zapato
que usted busca tiene que ser una culebra perfecta -. El hombre le respondió – Es
así, exactamente -. A esto repuso pacientemente el que vendía la mercancía: - ¿Pero
cómo pretende usted que una culebra sea perfecta cuando usted mismo ni yo lo somos? –
Esa
es una demanda de la caridad cristiana. Si
somos fuertes tenemos que aprender a sufrir a los que no lo son. Y antes de
juzgar al hermano débil seria provechoso que nos miráramos a nosotros mismos y
nos digamos: - ¿Estoy yo exigiendo de mí hermano algo que yo mismo no poseo?
Oración: Buen Dios, de la misma manera que Tu eres paciente y
misericordioso para con nosotros, haz que podamos serlo con nuestros hermanos
en este mundo. Que antes de juzgarlos por sus debilidades y proyectar sombras de dudas sobre sus vidas,
nos examinemos a nosotros mismos con humildad de espíritu con sencillez de corazón.
Por Jesucristo tu hijo te lo pedimos. Amen, “Luces Encendidas”
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